Investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) han descubierto la misteriosa estructura de un agujero negro situado de canto, investigación que aparece publicada en el último número de la revista Science.
El investigador del IAC Jesús Corral ha descrito esta peculiar estructura, desconocida hasta la fecha, como si se tratara de un enorme "donut" -o toroide- que va creciendo conforme pasan los días.
Esta estructura, denominada sistema binario Swift J1357.2-0933, presenta un agujero negro oscurecido por un disco de gas con una estructura vertical que va creciendo conforme pasan los días. Está compuesto por una estrella normal y un agujero negro de masa estelar que se alimenta de la estrella compañera.
La investigación, de la que Corral es primer autor, ha seguido los pasos de la fase de erupción del sistema, un hecho que sólo ocurre una vez cada decenas o cientos de años. De hecho, se trata de la primera vez que se observa un agujero negro con esta inclinación y la primera vez que se detectan eclipses de brillo en este tipo de sistemas.
La estructura descrita por el estudio podría estar presente en muchos otros sistemas, convirtiendo a Swift J1357.2-0933 en el prototipo de una población hasta ahora oculta de sistemas con muy alta inclinación.
El hallazgo se produjo cuando el equipo del IAC observó unos extraños eclipses en el sistema que duraban y se repetían cada pocos minutos. Esto les llevó a dos conclusiones: el agujero negro debía estar casi de canto -tiene una inclinación de al menos 75 grados- y presenta una peculiar estructura vertical situada en el disco de acreción del sistema, es decir, el conjunto de la materia que el agujero va robando de la estrella y que forma una corriente en forma de disco, similar a la que genera el agua al destapar un fregadero.
Como explica el también investigador del IAC Jorge Casares, coautor del artículo y director de la investigación, es posible que este tipo de estructuras estén presente en todas o muchas binarias de rayos X, conjunto de sistemas al que pertenece Swift J1357.2-0933.
Asimismo, aclara que el objeto observado podría ser el prototipo de una población hasta ahora oculta de sistemas con muy alta inclinación en los que el agujero negro se encuentra oscurecido. Aplicando reglas estadísticas, podrían ser un porcentaje de hasta el 20 por ciento de los sistemas de este tipo.
El astrofísico relató que los agujeros negros se forman a partir de la muerte de estrellas muy masivas y, de entrada, resulta complicado encontrarlos. "Al no emitir luz, es casi imposible detectarlos si se hallan solos. En caso de que formen sistema con una estrella, la probabilidad de observación es más alta, dado que lo que se ve es el proceso de 'canibalización' de la estrella por parte del agujero", explicó.
18 en nuestra galaxia
Desde que se detectó el primero en 1964, sólo se han confirmado otros 18 agujeros negros en nuestra galaxia. Swift J1357.2-0933, descubierto por el satélite de rayos X Swift en 2011 y estudiado por el equipo del IAC, es el último en la lista. Hay aproximadamente otros 32 más considerados como candidatos a agujero negro, pero todavía no se han confirmado.
Según informa Europa Press, muchas binarias de rayos X se caracterizan por permanecer en quietud durante decenas o cientos de años y, en este estado, es fácil confundirlos con estrellas corrientes. Sin previo aviso y en cualquier punto de la galaxia, estos sistemas erupcionan, provocando que el brillo que emiten aumente de forma considerable –casi 1 millón de veces–, lo que permite su detección por los satélites que hacen rastreo de emisiones de rayos X. Al cabo de unos meses, vuelven a su letargo.
Es entonces, agrega Corral, cuando la comunidad científica puede analizar su estructura: una estrella 'normal' y un objeto compacto, que puede ser un agujero negro -como en este caso- o una estrella de neutrones. La estrella transfiere materia a su compañero formando el mencionado disco de acreción.
En el caso de Swift J1357.2-0933, prosigue el investigador del IAC, se han podido recabar más datos debido a su relativa cercanía, estimada en unos 5.000 años luz, y a que se halla lejos del plano de la Vía Láctea, donde se concentra la mayor parte de la materia, con lo que su luz no se ve contaminada por polvo interestelar o la luz de objetos próximos.
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