La Fundación Española del Corazón (FEC) recuerda que si se reduce al menos la mitad del consumo de sal diario se obtienen beneficios comparables a los derivados de dejar de fumar, puesto que un exceso de esta sustancia es el detonante de enfermedades cardiovasculares, insuficiencia renal, osteoporosis o cáncer de estómago.
"Añadir sal en la comida, tanto en el momento de procesado como en el de consumo, es innecesario. La sal empezó a utilizarse para conservar los alimentos durante más tiempo, pero con los sistemas más modernos de conservación, esta medida ya no es necesaria y, en la actualidad, se utiliza básicamente para dar más sabor a la comida", señala la doctora Pilar Mazón, miembro de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció en 6 gramos el consumo máximo diario de sal, cifra muy por debajo de la que se ingiere de media en el mundo, entre 10 y 12 gramos. El 80 por ciento de la ingesta mundial de sal proviene de los productos envasados y precocinados.
La sal contribuye a la retención de líquidos por parte del organismo, lo que produce una presión sobre las arterias y favorece la aparición de la hipertensión. Según datos de la OMS, la hipertensión es la causante del 62 por ciento de los accidentes cerebrovasculares y del 42 por ciento de las enfermedades del corazón.
Por otro lado, un estudio publicado en 'The New England Journal of Medicine' realizó una simulación sobre los efectos esperables al reducir el consumo de la sal en la población de Estados Unidos. Para ello, realizaron un modelo de simulación por ordenador sobre la incidencia y prevalencia de enfermedades cardiovasculares, la mortalidad y los costes derivados en la población estadounidense mayor de 35 años.
Los estudiosos constataron que una reducción dietética de 3 gramos diarios de sal disminuiría el número anual de enfermedades cardiovasculares entre 60.000 y 120.000 casos, de ictus entre 32.000 y 66.000, de infarto de miocardio entre 54.000 y 99.000, y de fallecimiento por cualquier causa entre 44.000 y 92.000 casos al año.
Con todo, Mazón aboga por el esfuerzo de todas las partes implicadas a la hora de reducir el consumo de sal. "Por un lado está el propio ciudadano, que puede empezar a aplicar medidas como cocinar sin sal, retirar el salero de la mesa o comprar los productos que sean bajos en sal", afirma.
"Por otro lado, está la industria alimentaria, que debería disminuir la cantidad de sal que le añade a los productos y hacer un etiquetado más fácil de entender y que informará de la cantidad de sal añadida; y finalmente se encuentran los organismos públicos, que deberían tomar medidas restrictivas relacionadas con el consumo de sal así como iniciar campañas masivas dirigidas a informar sobre los efectos nocivos de esta", concluye.
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