Expertos aseguran que pronto será posible sabotear un país paralizando sus vehículos, a medida que estos se convierten en ordenadores sobre ruedas. La única defensa: los viejos modelos con cassette.
Un blog especializado de la revista Slate asegura
 que los hackers ya no se centrarán en puntos sensibles ultraprotegidos,
 como centrales nucleares u oficinas de inteligencia militar, dado que el parque automotor de un país será un blanco más simple.
Si usted posee un auto último modelo repleto de electrónica "y cuyo motor se comunicacon el  circuito de freno", habrá que tomar precauciones, advierte Hugues Serraf,
 autor del artículo. Hoy en día es posible impedir la circulación de 
todo un parque de automóviles. Sólo se salvaría un ya pintoresco Renault 12, por ejemplo.
Un equipo de investigadores de las universidades de San Diego y Washington
 describió hasta qué punto un coche moderno es esencialmente una red 
local cuyas funciones vitales se comunican entre sí y son fácilmente 
accesibles desde el exterior.
Un hacker bueno, dice Serraf, podría "contentarse con cambiar la 
frecuencia de la radio en el momento en el cual Céline Dion grita que no
 puede vivir sin uno... o aumentar súbitamente el volumen en ese 
instante, lo que sería ya más cruel".
Pero el hacker malintencionado podría controlar la velocidad, apagar o encender el motor, hacer funcionar el 
airbag o desactivar el sistema de frenos.
Hasta ahora, los sistemas del vehículo sólo eran accesibles mediante una conexión física a través de un OBD (On Board Diagnostic),
 es decir, el sistema que el mecánico utiliza para detectar problemas y 
repararlos. Pero la proliferación de conexiones a Internet móvil 
cambiará el panorama. Serraf cita como ejemplo que OnStar, una filial de General Motors,
 propone a sus clientes una gran gama de servicios durante el 
desplazamiento del vehículo, entre ellos, el diagnóstico técnico que 
implica un acceso a todos sus componentes.
De momento, aclara el artículo, el peligro no vendría de gobiernos extranjeros, pero sí de delincuentes privados
 que podrían, por ejemplo, piratear los códigos de las llaves 
electrónicas con las cuales se abren hoy los coches o las escuchas de las 
conversaciones en el interior de un vehículo.
"Las posibilidades de causar daño a un automovilista tecnófilo son casi infinitas", concluye Serraf.
De hecho, los fabricantes de antivirus ya están explorando esta nueva veta.

 
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