Llega el verano, llegan los estudiantes de prácticas a las empresas. Una colaboración en la que salen ganando todas las partes si se aprovecha al máximo. El becario gana experiencia y pone en uso sus conocimientos, e incluso, puede ganar un contrato. Mientras, la empresa identifica talento y delega ciertas tareas.
De julio a septiembre, en el mejor de los casos, los centros de trabajo se llenan de jóvenes estudiantes que llegan para realizar sus prácticas de verano. Para muchos es su primer contacto con el mundo laboral, y de esa labor puede surgir un contrato de trabajo o una ampliación del periodo de prácticas. Un trabajo que le aportará currículo y experiencia para futuros empleos.
La empresa, por su parte, identifica talento, observa cómo está el mercado y utiliza este sistema como fuente de reclutamiento. A la vez que descarga ciertas tareas. Porque si bien el becario nunca puede sustituir a un trabajador de la plantilla, sí que realiza tareas que suelen hacer los colaboradores habituales y asume responsabilidades como si de un empleado más se tratase, salvando ciertas distancias.
“El becario debe tener claro que en el futuro y en la mayoría de los casos, nadie va a ser contratado por lo que sabe, sino por lo que sabe hacer con los conocimientos que posee”, comenta David Comí, socio director de Incrementis, quien añade que “su prioridad es aprovechar al máximo los aspectos prácticos, aplicar los conocimientos teóricos y adquirir experiencia”. A pesar de que el mercado de trabajo está paralizado, un currículo con prácticas en empresas es más atractivo. Marta Arroyo, vicerrectora de estudiantes y empleo de la Universidad Europea de Madrid, opina de manera similar: “Las prácticas son imprescindibles para el desarrollo competencial del estudiante y para su adaptación al mercado de trabajo”.
El becario
Entusiasmo, interés e ilusión son tres de las características del buen becario. Aportar ideas, tener iniciativa y preguntar antes que esperar a que el jefe venga para decir sí a todo. La colaboración es clave.
El becario está estudiando o acaba de terminar su carrera por lo que los errores están dentro de lo normal. “Hay que tener en cuenta que habrá limitaciones de adaptación inicial a las rutinas diarias y una posible conducta de timidez y falta de iniciativa en el primer momento, además del miedo a errar”, aclara Comí.
El jefe y el resto del equipo
El estudiante de prácticas no es el chico para todo. Su responsable debe establecer con claridad cuáles son sus tareas, seguir su evolución, analizar sus logros y acordar soluciones para los posibles errores. “Se debe indicar qué debe hacer y cómo debe hacerlo. Y luego, supervisar esa tarea”, indica el socio director de Incrementis.
La actuación del estudiante durante el verano influirá en su desarrollo posterior: las prácticas pueden alargarse o, incluso, terminar en un contrato. También puede darse el caso de que algún empleado salga de la empresa y el jefe decida contratar al becario.
“Las prácticas constituyen una fuente muy importante de reclutamiento, de identificación del talento, de perfiles profesionales acordes con las necesidades. Además permiten un mejor conocimiento de lo que hace la Universidad”, explica Arroyo.
Los aspectos legales
Los derechos de los becarios se regulan a través del Real Decreto 1707/2011 y del Convenio de Cooperación Educativa. Según la ley, sus derechos son tener un tutor, recibir información sobre seguridad y prevención de riesgos laborales por parte de la empresa, recibir un informe de finalización de las prácticas, cobrar una ayuda económica si se acuerda y ser evaluado.
Por otro lado, el Convenio estipula el régimen de permisos del becario, los seguros que la empresa debe suscribir a su favor, el importe y la forma de pago en caso de ayuda económica y las condiciones de fin de las prácticas.
En algunos casos los becarios deben ser dados de alta en la Seguridad Social. María Gutiérrez, asociada del departamento de laboral de Baker & McKenzie, enumera los siguientes: los becarios que reciben ayuda económica en el marco de unos estudios que no pueden considerarse estrictamente universitarios; los que reciben ayuda, están matriculados en la Universidad y realizan prácticas que no están vinculadas a sus estudios, y los que reciben ayuda, están matriculados, las prácticas están relacionadas con su titulación y éstas exceden los límites previstos de duración.
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