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lunes, 13 de febrero de 2012

Los violinistas no saben diferenciar un Stradivarius de un violín moderno

Durante años los científicos han buscado qué hace tan especiales los violines de Antonio Stradivari o Giuseppe Guarneri. Se ha especulado con que sea debido a la madera, más dura y homogénea por haber crecido los árboles en la Pequeña Edad de Hielo. También se ha sospechado del barniz, cuya receta Stradivari se llevó a la tumba. O del tratamiento químico que recibían. Pero siempre se ha dado por sentada la superioridad de estos violines sobre los instrumentos modernos.


Eso es justo lo que han puesto en duda los investigadores Claudia Fritz, especialista en acústica de instrumentos musicales, y Joseph Curtin, fabricante de violines. ¿Realmente hay una diferencia apreciable entre los violines más caros del mundo y las mejores obras de los luthiers de hoy? La respuesta parece ser que es no, según el estudio que han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Para comprobarlo han hecho un estudio de doble ciego. Han cogido seis violines: tres modernos, un Guarnieri y dos Stradivarius. Los antiguos instrumentos italianos cuestan en conjunto unos diez millones de dólares; cien veces más que sus parientes modernos. Y veintiún violinistas, con una experiencia de entre quince y sesenta años tocando, los probaron y clasificaron en una prueba de doble ciego. Ni ellos ni los investigadores que les pasaban los instrumentos sabían cuál era cada uno. Hasta perfumaron la habitación para que no los distinguieran por el olfato. Les daban uno antiguo y otro nuevo, escogidos al azar, y debían decir cuál preferían tras tocar cada uno durante un minuto. Y elegían, de forma indistinta, entre los míticos violines italianos y los nuevos, con una excepción: uno de los dos Stradivarius fue el que menos gustó a los violinistas.

En la segunda prueba, los violinistas dispusieron de 20 minutos para tocar los seis instrumentos y además de clasificarlos en cuatro aspectos podían elegir cuál se llevarían a casa. El preferido de los músicos fue uno de los violines modernos y, de nuevo, el peor clasificado fue un Stradivarius. Sólo ocho de los violinistas, un 38%, escogieron uno de los instrumentos antiguos.

El principal problema del estudio, además del posible sesgo del fabricante Curtin, es el pequeño tamaño de la muestra, tanto de violines como de violinistas. Y que, por muchas pruebas que se hagan, resulta difícil derribar un mito.

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