"Tengo rábano, remolacha, perejil, puerro, zanahoria, tomate, chile pimiento… así me ahorro unos 15 quetzales (dos dólares) semanales en la compra de verduras".
"Nos beneficia en lo económico y en la salud, porque los vegetales
ayudan a prevenir enfermedades, a la vez de nutrir a nuestros niños",
valoró Lesbia Huertas, en medio de las hortalizas que cubren el patio de
su vivienda en Palencia, 28 kilómetros al nordeste de la capital
guatemalteca.
"Tengo rábano, remolacha, perejil, puerro, zanahoria, tomate, chile pimiento… así me ahorro unos 15 quetzales (dos dólares) semanales en la compra de verduras", relató orgullosa esta beneficiaria de un plan de uso de agua y agricultura urbana.
Mientras regaba las plantas con un recipiente de plástico reciclado, Huertas dijo a IPS que en el patio delantero de su humilde casa plantó hasta 16 variedades de hortalizas, cosechadas a diario para el autoconsumo de su familia, que se completa con su esposo y dos hijos.
Para el riego y uso en el hogar, posee una cisterna con capacidad para 4.000 litros de agua de lluvia, que ha aprendido a desinfectar para evitar enfermedades.
Huertas es una de las 562 participantes del programa "Abastecimiento y uso de agua de buena calidad en agricultura urbana y peri urbana para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional", en los municipios de Chinautla y Palencia, ambos situados en el entorno de la ciudad de Guatemala.
El proyecto es ejecutado desde junio de 2010 por el Ministerio de Agricultura, con apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
La iniciativa, que también se lleva a cabo en Ecuador, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, se enmarca en los temas del Día Mundial del Agua, que se conmemora este 22 de marzo y cuyo lema este año es "El mundo tiene sed porque nosotros tenemos hambre".
Según la FAO, 1.000 millones de personas en el mundo viven en condiciones de hambre crónica, mientras que en 13 años 1.800 millones de personas vivirán en países o en regiones donde habrá escasez absoluta de agua.
En ese contexto, la protección del agua y la seguridad alimentaria son preponderantes.
"Lo que hacemos es capacitar a personas de escasos recursos para que puedan establecer sus huertos familiares en extensiones que oscilan entre 12 y 15 metros cuadrados", dijo Elder Berduo, de FAO Guatemala.
"A través de un manual les explicamos la base de la nutrición, qué contienen los alimentos y por qué son nutritivos, el aporte de los vegetales, y seguido les decimos cómo hacer una huerta, cómo se siembra y cómo cuidar las plantas", entre otros asuntos, explicó el experto a IPS.
Además de la formación, el proyecto se encarga de entregar insumos, como semillas, abonos orgánicos y tanques para almacenar el agua de lluvia.
Según Berduo, la idea del proyecto es, en esta primera fase, producir hortalizas para el autoconsumo familiar y, en una segunda, generar excedentes para que las familias puedan obtener recursos adicionales de la venta de vegetales.
Por ahora, los resultados están a la vista. "Aprendí todo en la capacitación, porque nunca había sembrado. Apenas tenía hierbabuena y cilantro", dijo Olga Foronda, que ahora posee 13 variedades de hortalizas que crecen en envases de gaseosas, cubetas, ollas viejas y trozos de bambú.
"Me beneficia en muchos aspectos, porque los niños y niñas necesitan comer muchas hortalizas, y cosechándolas en casa son más sanas porque no utilizamos (fertilizantes) químicos", añadió Foronda en conversación con IPS en el patio de su casa, rodeada de alcachofas, zanahorias, cebollas y espinacas.
El éxito de su huerta ha despertado la curiosidad de sus vecinas, que a menudo se acercan a consultarla cómo lo ha hecho.
"Siempre vienen y me preguntan qué se necesita", dijo Foronda, quien aprendió cómo hacer la huerta, cuáles son los nutrientes de los vegetales y sus beneficios para la salud, cómo preparar abonos y el uso racional del agua.
Esta iniciativa se suma a múltiples esfuerzos para combatir el hambre en Guatemala, donde uno de cada dos niños y niñas vive con desnutrición crónica, la tasa más alta en América Latina, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Beatriz Juárez, nutricionista del proyecto, dijo a IPS que antes de iniciar los huertos se realizó una primera medición de indicadores de nutrición, que confirmó que 33 por ciento de los beneficiarios padecían desnutrición crónica y aguda.
"Comían perulero, güisquil (chayote) y naranja, que era lo único que producían. Además, el acceso al mercado es limitado y no hay variedad de alimentos disponibles", de modo que se amplió la producción de vegetales, explicó la especialista.
Así, el proyecto incluyó, entre otros, los de color rojo, como el tomate que posee licopenos, que reducen el riesgo del cáncer; los verdes, como la lechuga, rica en glucosinolatos y glutenina, que ayudan a reducir el colesterol, y los blancos, como la cebolla, rica en antioxidantes.
"Cuanto más variada sea nuestra alimentación podemos evitar cánceres y otras enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión arterial y la obesidad", explicó Juárez. "Y eso lo podemos lograr consumiendo más frutas y verduras", agregó.
Así, "a fines de abril haremos una evaluación del consumo para conocer el impacto de la alimentación de las familias que poseen, hasta ahora, 531 huertas, y los beneficios que esto representa para su salud", concluyó.
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