Según testimonios recogidos por el Washington Post, los divorcios están a la orden del día entre los agentes secretos. Algunos llevan toda una vida de mentiras, otros optan por hacer entrar a sus cónyuges en el juego.
Aunque no hay datos oficiales, al menos a disposición del público, el diario asegura que hay un récord de divorcios entre las personas que trabajan en la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA).
"Si eres un profesional, la mayor parte del tiempo no le contarás a tu mujer nada de lo que haces", asegura el "informante" del periódico, una fuente interna de la compañía.
A los espías les es impuesta una discreción difícil de sostener por
mucho tiempo. Ellas quieren saber, preguntan. Ellos dan respuestas
vagas, se escudan en inexistentes trabajos "en el Departamento de
Estado", por ejemplo, o en "una consultora".
A la larga, algunos terminan por confesar la verdad para tener un poco de paz. Otros lo hacen de entrada, violando las reglas, para evitar así daños a mediano plazo.
La misma fuente dijo al Post: "Hay que pensar en el impacto psicológico. Vivir por años sin contar el verdadero trabajo
crea problemas serios. Es fácil caer en la depresión. Y así nacen los
conflcitos y las diferencias, y se pierde la confianza mutua".
Una dificultad adicional surge cuando el agente tiene que cumplir misiones en el exterior y no puede llevar a su familia. El alejamiento -largo o breve- es otro factor que debilita los lazos en la pareja.
¿Puede ayudar que los dos sean espías? Los expertos
dicen que sí, pero sólo por momentos, ya que si uno se retira antes que
el otro, por ejemplo, deja también de ser un colega. Además existe el
riesgo de no poder olvidar el trabajo cuando se está en casa.
El Washington Post cita casos de agentes que usaron a su propia familia como cobertura en
ciertas operaciones. Uno de los testimonios es el de una mujer a quien
su esposo le reveló su real ocupación poco antes de casarse. Pero en el
viaje de luna de miel, ella tuvo la sensación de que él estaba "en
operaciones", vigilando a otros pasajeros del avión. ¿Era su propia boda y viaje de bodas una tapadera? Él no lo admitió ni lo negó. Fue la primera de una serie de desinteligencias que acabó en ruptura.
"Me usó a mí y a nuestra hija como tapadera de sus operaciones encubiertas. Nunca me sentí segura, nunca supe quién era quién
o por qué había gente interesada en nosotros o por qué nos estaban
fotografiando", recordó la mujer. "Como consecuencia de sus diferentes
destinos, nunca tuve un buena red de soporte, de gente en la cual
pudiera confiar". Hoy, ella sostiene que el trabajo de su marido en la
CIA envenenó sus cinco años de vida marital.
Una vez, su esposo le pidió que lo acompañase a visitar un negocio de
venta de vinos con su hija recién nacida. "No, a menos que digas en qué
nos estamos involucrando", le dijo ella. Él le reveló el motivo. Un
informante potencial debía encontrarse ese día con un colega en aquella
tienda pero el agente no se presentaría. La agencia quería ver cuál era
la reacción del informante frente a esa situación. Para poder observar
su comportamiento cómodamente y sin levantar sospechas, su esposo necesitaba parecer un cliente más.
Ella accedió y estuvieron en el lugar espiando al objetivo que, de
traje oscuro y teléfono móvil en mano, esperó 15 minutos haciendo
ansiosas llamadas, antes de retirarse del lugar.
"Muchas cosas pasaron por mi mente", recuerda ella. "¿Es un doble agente? ¿Tiene
su propia vigilancia? [Mi esposo] no me dijo nada. Deberían pagarle a
la gente como yo por involucrarla. De lo contrario, deberían contratar a
actores profesionales o dar entrenamiento".
Otros ex agentes confirman que la CIA ha usado durante mucho tiempo a las familias para proveer cobertura.
Dos agentes retirados, Robert y Dayna Baer, acaban de publicar un libro de memorias, The Company We Keep.
Él tenía un matrimonio anterior con una funcionaria del Departamento de
Estado y ella con un juez de California cuando se conocieron trabajando
en la CIA. Robert Baer es también autor del libro See No Evil, que dio origen a la película Syriana de George Clooney.
En su nuevo libro, cuenta que apelaba frecuentemente a la presencia
de su primera mujer y sus tres hijos para mostrarse más acogedor con sus
informantes. "Quieres mostrarte como un hombre con familia,
que es responsable. Quieres que tus hijos jueguen con los suyos y que
tu mujer participe en la asociación de padres de la escuela. (...) Creo
que las esposas se preguntan '¿estoy aquí como decorado
para que él haga su trabajo?'. Estoy seguro de que mi esposa se sintió
así. Tuvo que ser un elemento de desgaste para ella". Baer se divorció
de su primera mujer a fines de los años 90 después de 13 años de
matrimonio.
Un ex oficial de operaciones, que trabajó en la CIA entre 1982 y
2005, asegura en cambio que logró preservar su matrimonio porque frecuentemente informó a su esposa de sus actividades. "No
es que iba a casa y le daba los cables clasificados, pero le decía lo
que estaba haciendo. No se puede ser agente y ocultar toda su vida a su
cónyuge. Al final, la agencia introdujo a mi esposa en el asunto. Le
enseñaron cómo disparar cohetes y arrojar granadas".
En ocasiones, este espía sumó a su mujer a las
tareas de espionaje. "Si estaba en una fiesta, trabajando en alguna
persona, por ejemplo un objetivo árabe, siempre me aseguraba de dejar a
mi esposa hablar a solas con él. Ella conversaba también con la esposa
del sujeto. Luego comparábamos nuestras notas. Frecuentemente ella lo
hacía mejor que yo".
Es obvio que no todos los divorcios de espías se deben a la
profesión; como sucede en otras actividades, algunos caen en la
infidelidad y otros conflictos, pero la gran mayoría de las rupturas se
deben a las preguntas sin respuesta sobre las actividad del cónyuge en la CIA.
"Algunos agentes les dicen a sus parejas: 'Sabías de qué se trataba
cuando acepté este trabajo. ¿De qué te quejas ahora?'", dijo al Washington Post Elizabeth Sloan,
una consejera matrimonial que ha atendido a varios empleados de la
compañía. "Es realmente incierto con estas parejas porque el secreto es
parte del trabajo de uno de ellos".
Los divorcios de espías son tan clandestinos como sus trabajos, dice el Post.
Si hay ruptura, ni ella ni él pueden revelar los veraderos motivos. El
secreto debe seguir. Y, como se dijo, la CIA no da cifras sobre la tasa
de separaciones entre sus empleados.
Pero la Agencia tiene un programa para asistir a su personal en momentos difíciles (Family Advisory Board and Employee Assistance Program), como puede serlo la muerte de un espía en servicio, por ejemplo. Y también las desventuras matrimoniales.
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