La taxidermia antropomórfica fue popular en el siglo XIX. Ahora, ha vuelto a imponerse de la mano de un grupo de jóvenes que diseca ratones, les diseña ropa y les da la apariencia de personas realizando distintas actividades.
Inclinados sobre las mesas de una sala en un edificio industrial de Brooklyn, unos 20 alumnos utilizan bisturíes para abrir un roedor blanco muerto, el primer paso del inverosímil viaje de estos animales a una nueva existencia que los recreará en poses humanas y vestidos con ropas de muñecas.
La taxidermia antropomórfica es una forma de arte que se volvió muy popular en el Reino Unido en el siglo XIX, con la propia reina Victoria entre sus admiradores. Ahora ha encontrado un nuevo soplo de vida en Brooklyn, tierra prometida de los hipsters, los jóvenes modernosos y rebeldes que escapan de la "vulgaridad" de Manhattan.
"Es como una pequeña inmortalidad", asegura la instructora Susan Jeiven al inicio de su curso, para el cual no quedan vacantes. Los estudiantes pagan 60 dólares por clase en la escuela de Anatomía Morbosa, un taller y galería de arte escondido en un callejón.
"Dejamos el cráneo, dejamos los huesos de las piernas y de los brazos: todo lo demás debe salir", ordena la experta. "No hay nada asqueroso. No va a brotar sangre u otra cosa".
Los alumnos empiezan eligiendo los accesorios, que van desde ropas y muebles para muñecas a objetos más grandes, como viejos faroles que pueden ser utilizados como una casa para el desafortunado ratón.
Jeiven aclara que las criaturas fueron salvadas de un destino mucho menos glamuroso cuando las compró, ya que "iban a servir de alimento para lagartos y serpientes". Unos pocos aprendices pinchan de manera tímida al todavía frío ratón, que tiene las patas rosadas. Otros introducen el bisturí a
lo largo de la columna vertebral hasta la cola, para preparar la
extracción de los órganos y convertir el cuerpo en "una bolsa de ratón".
"Esto no me molesta lo más mínimo", afirma el
profesor de historia David Edelman, de 30 años, mientras espolvorea
Borax, un poderoso detergente y conservante, en toda la superficie de su
ratón. "Lo único que me molesta es el olor", explica antes de lanzar un pequeño grito cuando la tijera atraviesa un codo produciendo un ruidoso corte.
Edelman no puede esperar para ver a su ratón presentado en una pose intelectual. Ha elegido un globo terráqueo en miniatura, que su criatura examinará como un erudito. En otra mesa, Sara Stryjewski, una diseñadora gráfica, está planeando convertir a su víctima en un cantante de música country, guitarra incluida.
La carnicería parece alegrar a Jeiven. "Es algo hermoso", dice la
instructora, llenando la lata de basura que tiene la inscripción "Tripas
solamente". "Creo que si no estuviese haciendo esto, sería una asesina en serie", bromeó.
Fuente: AFP
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