La polémica ha surgido en el seno de la prestigiosa London School of Economics. La doctora en Sociología Catherine Hakim, experta internacional en empleo femenino y políticas sociales y familiares, ha desarollado el concepto de “capital erótico”.
Se refiere al poder del atractivo y la capacidad de seducción en
distintos ámbitos de la vida, incluido el laboral. La idea es sencilla:
igual que cuidamos nuestra formación y potenciamos nuestro capital
intelectual y nuestra experiencia, podemos potenciar nuestro atractivo. Y
si somos mujeres, más.
La idea ha soliviantado al feminismo más radical, que se ha echado encima de la autora de Honey money. The power of erotic capital, que en España acaba de publicar Debate con el título Capital erótico. El poder de fascinar a los demás.
“Mi libro ha provocado bastantes problemas entre las feministas radicales, incluidas algunas compañeras de la London School of Economics. Ellas están extendiendo, quizá sin proponérselo, ideas propias de un sistema patriarcal”, explica Hakim.
Lo primero es definir el concepto de capital erótico. “Es una mezcla de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen y aptitudes sociales, una amalgama de atractivo físico y social que hace que determinados hombres y mujeres resulten atractivos para todos los miembros de su sociedad, especialmente los del sexo opuesto”. Esto se sumaría a nuestro capital humano
(estudios, formación y experiencia laboral) y al capital social, nuestra red de conocidos.
Para Hakim, resulta evidente que vivimos en un mundo tan cautivado por la belleza como incómodo con las ventajas que ésta brinda. “Sospechamos de la belleza porque la ética puritana siempre la ha presentado como un camino hacia el pecado; ha despreciado y trivializado la sensualidad, el placer y el ocio. Tenemos que abandonar esas ideas, porque la belleza y el capital erótico son más importante hoy de lo que lo eran en el pasado, y en el futuro serán más relevantes aún”.
Uno de los capítulos del libro se refiere al valor comercial de este capital erótico. En los estudios que se citan en el ensayo, los hombres atractivos ganan un 17% más que los que no lo son; mientras que las mujeres atractivas ganan un 12% más respecto a las no atractivas. En cualquier caso, las ‘guapas’ ganarían un 5% menos que los ‘guapos’.
El problema radica en que los hombres ganan sistemáticamente más por ser atractivos que las mujeres. La explicación es que “sospechamos de las mujeres guapas. De algún modo, permitimos que los hombres sean atractivos, pero la belleza femenina nos plantea más problemas para aceptarla”.
La sociedad tiende a sosopechar de las bellezas excepcionales, pero en el caso de mujeres y hombres con una belleza media, invertir en su capital erótico (que no sólo es la apariencia, sino modales) puede resultar muy rentable.
En el libro se cuenta el caso de una chica que perdió su trabajo. Tenía un gran currículo, experiencia, estudios. “Todo eso estaba ahí, plasmado. Lo que hizo fue cuidar su aspecto. Adelgazar, ir a al peluquería, comprarse un buen traje. Ya tenía el capital intelectual y potenció el erótico. Lo que quiero decir es que en una crisis como ésta la competencia es muy intensa, y hay que rentabilizar todos nuestros capitales potenciales”.
No somos hombres
Las actitudes están cambiando. Hace pocos años, muchas mujeres aún pensaban –y piensan aún– que tenían que parecerse a los hombres y actuar como hombres, incluso vestirse como los hombres para ser aceptadas por ellos. “Ahora hay muchas más mujeres profesionales y en puestos altos de gestión, y se acepta un estilo más femenino”.
Catherine Hakim pone otro ejemplo: Helena Morrissey, CEO de Newton Investment Management, una de las grandes firmas financieras de Londres. “Es una mujer muy elegante, muy atractiva y muy femenina, que muestra el estatus que ella tiene. Y nunca lleva trajes: siempre va con vestidos con mucho estilo. Hoy, lucir unos tacones altos no es un problema para una alta directiva”.
Si hablamos de relaciones laborales, otro de los temas que se plantean es el código de vestimenta. La aseguradora suiza USB dedica en un informe interno 43 páginas a este asunto. “Cuanto más internacional sea una empresa, más detallado será ese código. Pero quiero apuntar que muchas mujeres olvidan que la libertad de vestir como se quiere en la vida privada no significa que una deba vestir de la misma forma en el trabajo”.
Demasiado sexy
Cita Hakim el caso de una mujer en Nueva York que demandó al banco que la había despedido por vestir demasiado sexy. “Al ver las fotografías, está claro que su vestimenta no es la apropiada. Iba literalmente enfundada en los vestidos. Los hombres no van enfundados en sus pantalones. La ropa que ella llevaba era claramente inadecuada”.
Una vez que ha quedado claro que sacarle partido al capital erótico no tiene que ver con la longitud de escotes y faldas, Hakim insiste en la idea que plantea su libro: “Ser atractivo es tan importante como tener cualificación. Lo sorprendente es que esto resulte nuevo ahora, cuando es tan obvio. El concepto de capital erótico se ha reprimido, suprimido, y sobre todo, se ha despreciado restándole valor y estigmatizándolo”.
Pero, si hacemos caso de lo que expone Catherine Hakim, hay que tener muy en cuenta el capital erótico sobre todo si se trabaja para la empresa privada. “El sector privado da más peso que el sector público al estilo, a la apariencia, porque está más relacionado con la imagen de fiabilidad. Una persona con buen aspecto transmite confianza”.
La doctora Hakim cita un estudio realizado entre una promoción de abogados: los más atractivos acabaron en el sector privado, que les recompensa más el buen estilo con mejores sueldos”. La modélica directoar del FMI Un caso de capital erótico bien utilizado es el de la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde. “No es una belleza clásica, pero ha utilizado su capital erótico sumado a sus estudios, su experiencia y su gran cualificación profesional para avanzar en el mundo. La conocí en una conferencia en ‘Financial Times’: ‘Women at the top’. Es una mujer muy bien vestida y bien peinada, que está en forma, que usa joyas muy escogidas y que tiene muchísmo encanto. Para mí está claro que utiliza de forma muy activa su capital erótico a la hora de trabajar”. Con los políticos también ocurre. Los más atractivos tienen más oportunidades de éxito. “El hecho de que Barack Obama, que tiene un indudable carisma y una buena formación, sea alto, delgado, elegante en sus maneras y siempre bien vestido le fue de gran ayuda”. Y si no se tiene ese capital erótico, lo más rentable es trabajarlo,según Hakim. “A Hillary Clinton, una mujer muy capaz que iba muy mal peinada, le hicieron un cambio de imagen que jugó a su favor”.
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