Una pareja de Cornualles, en el Reino Unido, creó un museo para mostrar los restos de alimento que, en sus visitas al café que dirigen, dejaron celebridades como el príncipe Carlos o reconocidos músicos. Y es un éxito.
El apetito por conocer a las grandes estrellas del espectáculo, el
deporte y la realeza ha llegado a límites insospechados en los últimos
años. Hubo quienes desembolsaron miles de dólares para adquirir, por
ejemplo, una muela de John Lennon o el parche que usó John Wayne en una
de sus películas. Pero esos curiosos coleccionistas tendrán, al menos,
la garantía de que pagaron por algo que les durará un tiempo.
Ese fanatismo ha llevado a otros a comprar "recuerdos" menos perennes, como los restos que dejó Justin Timberlake
de un pan tostado que consumió en algún lugar de los Estados Unidos. Y,
como evidentemente existen muchas personas con esos intereses, no es de
extrañar que se haya creado un museo con ese tipo de productos.
Según BBC Mundo,
Michael y Francesca Bennett apelaron a su vena artística para
conservar una postal de la visita que, en su café, tuvieron del afamado
fotógrafo de moda David Bailey. En lugar de guardar una
foto del evento, decidieron recoger algunas migajas de su sándwich y
colocarlas en una urna en forma de dedal. Y así comenzó todo.
Los dueños de The Old Boatstore, en el costero condado británico de Cornualles, han conservado sobras de comidas del príncipe Carlos, los músicos Steve Swindells y Peter Doherty y el director de cine Michael Winner, entre otras personalidades británicas.
"Es una instantánea sobre el tratamiento de la celebridad en la
primera década del siglo XXI en Gran Bretaña. ¿Cuántas de estas figuras
serán ampliamente conocidas en 50 años?", dijo a la BBC Bennett. "¿Qué tienes que hacer para alcanzar la fama duradera?", se pregunta.
Winner, de quien se almacenan los restos de una tarta de limón que
allí comió, definió la iniciativa como "una muestra maravillosa de la
excentricidad británica".
Lo efímero y banal del "recuerdo" es señalado por especialistas para denotar las características culturales de la sociedad
de comienzos de siglo XXI, que idolatra a algunas personas al punto de
que los restos de sus alimentos sean considerados importantes.
En cualquier caso, el museo ha tenido sus resultados. "Estamos
sorprendidos de que haya capturado la imaginación de tanta gente", dijo
Bennett, quien subrayó que "gracias a Internet cuenta con seguidores a
nivel internacional".
Pero la insólita empresa no tendrá demasiada vida.
Como los hijos de la pareja se irán pronto de su casa, pondrán a
la venta el café. Sus tesoros, sin embargo, no forman parte de la
oferta.
Los Bennett quieren que su creación sobreviva de alguna forma, quizás
integrando una especie de "museo de lo absurdo de Cornualles". "Es un pedazo de la historia social", dijo él.
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