El “contigo a pan y cebolla” no aplica en el gigante asiático. El crecimiento económico, mezclado con el tradicionalismo de la sociedad, ha dado una combinación explosiva: el 80% de las chinas no quiere casarse con personas de bajo poder adquisitivo.
Ser pobre, siempre ha sido una desdicha. Pero, al igual que sucede en
las novelas románticas, siempre ha quedado el recurso al amor como
tabla de salvación. En las ciudades chinas, ya no queda ni eso.
Según un estudio conjunto del portal de citas de Internet, Baihe.com,
y la Asociación China de Trabajadores Sociales, el 80% de las mujeres
asiáticas no quiere tener una cita con una persona que gane menos de
4.000 yuanes al mes (495 euros). Esta cifra supone el doble del sueldo
medio en China, según el Fondo Monetario Internacional.
El informe, que ha encuestado a más de 50.000 mujeres de 20 a 60
años, no deja a lugar a dudas: la estabilidad económica es la principal
razón para elegir a una pareja en las ciudades del gigante asiático. La
negativa del 25% de las encuestadas va más allá de la mera subsistencia:
no irían a cenar con alguien que gane menos de 10.000 yuanes al mes
(cinco veces el salario medio chino). En cambio, apenas un 6% declara
que no le importa el estatus económico de su pareja.
Con el boom económico, las necesidades, y el precio de los objetos,
se han multiplicado de una manera exponencial. En una cultura tan
pragmática como la china, las féminas asiáticas miran con mucho tiento
el tamaño de la cartera de su pareja, para que pueda hacer frente al
creciente nivel de vida en las urbes. Si el novio, o aspirante a serlo,
no tiene un trabajo fijo, un coche (un lujo en China), casa (un
hiperlujo con una burbuja inmobiliaria gigantesca) más vale que se lo
piense dos veces antes de pedir salir a una chica.
Solteros y solteras
Tener una casa se han convertido en un símbolo en China, más que la posesión de un coche o el último modelo de teléfono móvil. A su vez, supone un grave problema en la relación de pareja.
Al casarse, un matrimonio pasaba a ser el propietario conjunto de la
casa, pero una ley aprobada en agosto permite que el propietario del
inmueble, a pesar de que se case, continúe siendo el mismo. Esto ha
provocado que muchos jóvenes prefieran seguir solteros o se lo piensen
dos veces antes de pedir matrimonio. El 40% de las mujeres, según el
estudio, exige que se incluya su nombre en la escritura de la casa antes
de dar el “sí quiero”, mientras que al otro 40% le da igual.
Ellas, por el contrario, prefieren seguir solteras por el miedo al
fracaso, ya que la tasa de divorcios ha crecido exponencialmente en los
últimos años. En una sociedad tan machista como la que existe en China,
una mujer divorciada tiene un cariz sospechoso.
Casarse a toda costa
En ciudades como Shanghái o Pekín, las reuniones de padres buscando concertar citas a sus hijos se han convertido en una atracción turística más. En los llamados vulgarmente “mercados de la carne”, los progenitores exhiben carteles con las principales características físicas de sus vástagos (la gran mayoría son hombres) seguidas con el trabajo que desempeña, si tiene coche y las propiedades inmobiliarias que poseen.
Con la política de un hijo único, y la preferencia por los varones,
China afronta un grave problema demográfico: en 2020, diez millones de
hombres chinos serán incapaces de encontrar pareja, según un estudio de
la Universidad del Pueblo de Pekín.

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