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miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿Compensa vivir cien años?


La ciencia ha comenzado a desentrañar los mecanismos del envejecimiento biológico y con ello la posibilidad de prolongar la vida de las personas más allá de los cien años. La incógnita es saber el precio (social y personal) que habrá que pagar por alcanzar una longevidad extraordinaria.


El secreto de una larga vida hay que buscarlo en la conjunción genes y entorno. Los investigadores han encontrado algunas de las piezas del puzzle del envejecimiento, como son la enzima telomerasa (en la que el grupo de María Blasco, la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, es un referente mundial) o la proteína progerina, una de las líneas de trabajo del equipo de Carlos López-Otín en la Universidad de Oviedo. "Utilizamos técnicas genómicas para estudiar el envejecimiento. La estrategia es comparar los genomas de individuos que tienen longevidades anómalas y los de longevidades normales y así encontraremos algunas claves del envejecimiento", explica el científico.

Esos hallazgos abrirán la puerta a estrategias de rejuvenecimiento basadas en reprogramaciones de alguna parte de los genes o de tratamientos farmacológicos que actúen también sobre los genes.

Otro proyecto es el de descifrar los genomas de personas centenarias. Para acelerar esta línea, la X Prize Foundation (una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es incentivar la innovación) ha creado el premio Archon Genomics X Prize, que entregará 10 millones de dólares al primer equipo de científicos que consiga secuenciar con precisión y fiabilidad el genoma de cien individuos que hayan sobrepasado el siglo de vida. La competición comenzará en septiembre del próximo año y los requisitos son que los cien genomas estén completados en un plazo de un mes y que el coste de cada uno no exceda los mil dólares.

Mientras que la ciencia trabaja en estas cuestiones, los políticos y la sociedad se tienen que preparar para afrontar las consecuencias de tener poblaciones altamente envejecidas. Para la profesora María Ángeles Durán, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, "el objetivo de alargar la esperanza de vida en buenas condiciones de salud y calidad de la existencia es mucho más difícil de lograr que el de la simple supervivencia. Es ahí donde se plantean los grandes retos sociales, económicos y políticos. Los recursos son siempre limitados y la cantidad de personas dependientes que cada sociedad decide mantener es un asunto  delicado, un equilibrio inestable".

Durán subraya que, "a menos que aumentase simultáneamente la productividad, el aumento de la población dependiente exigiría una nueva redistribución de los recursos. Pero no es un tema que pueda simplificarse; por ejemplo,  hay que sacar el propio concepto de productividad del contexto de la producción de mercancías para el mercado en que ahora lo manejamos y extenderlo a otras actividades necesarias, como el cuidado y el autocuidado".

David Reher, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que "el mundo está inmerso en un camino nunca antes recorrido en la historia y no sabemos hasta qué punto la sociedad actual está preparada para soportar una población muy envejecida. Entran en juego muchas variables que plantean cuestiones como ¿Cuántos años se vivirán y con qué estado salud?¿Cuántos hay para pagar y cuántos para cobrar? ¿Cuánto costará mantener a tantos mayores en condiciones adecuadas? ¿Las fuerzas políticas van a apoyar a los contribuyentes o a las personas que viven de las cuentas del estado? Parece terrible decir esto, pero podría llegar a plantearse la cuestión en estos términos".

Adaptarse al cambio

La caida de la natalidad es una dificultad añadida al reto de tener una población envejecida. El Instituto Nacional de Estadística (INE), en su informe Proyección del a Población de España Corto Plazo 2011-2021 predice que nuestro país perderá medio millón de habitante y en 2020 habrá un 18% menos de nacimientos que en 2010.

Reher recuerda que "todas las previsiones existentes para el futuro de las pensiones, de la sociedad y de la economía se basan en mayor o menor grado en el supuesto de un empleo elevado (empezando más joven, trabajando hasta más tarde y niveles de actividad similares entre hombres y mujeres). ¿Cómo podría ser de otra manera ante una población en edad de trabajar en clara disminución y unos niveles de población dependiente en aceleradísimo aumento?", una solución que "en vista de lo que está sucediendo, suena un poco a quimera".

Ante este panorama, parece inevitable prolongar la edad de jubilación. Pero Reher tiene una propuesta diferente: "¿Por qué no dejar a la gente cobrar su pensión y también seguir trabajando? Una persona cobra la pensión de acuerdo con los años cotizados (es un derecho suyo), si además trabaja resultará que seguirá cotizando a la Seguridad Social y también aumentará su contribución a los gastos del Estado mediante unos impuestos más altos. Desde la perspectiva de las personas, tal vez ganar más dinero que lo que le da su pensión (e incluso más que lo que ganaba antes) le supone un aliciente para continuar trabajando".

El profesor Axel Borsche-Supan, del Instituto Mannheim de Investigación Económica del Envejecimiento y coordiandor de la Encuesta sobre Salud , Envejecimiento y Jubilación en Europaa (Share), afirma que "los países mediterráneos tienen pensiones públicas generosas pero poco más, mentras que en los países del norte las pensiones privadas compensan a las públicas".

El experto alemán cree que el problema para España llegará dentro de 25 años, pero "tiene margen para acometer las reformas necesarias. Suecia lo hizo a raíz de su crisis financiera de los años 90 y Alemania ha hecho un buen trabajo en materia de pensiones".

En este escenario, ¿compensa llegar a vivir cien años? "Me imagino que no, aunque la verdad es que hay científicos como James Vaupel que no hace más que cantar las glorias de llegar a una altísima edad. Supongo que todo ello depende en buena medida de la salud y la calidad de vida de las personas durante su vejez", sostiene David Reher. María Ángeles Durán opina que "es una cuestión individual y cultural. Dependiendo  de en qué condiciones, la vida es un regalo maravilloso o una tortura de la que se desea escapar. Algunas sociedades permiten un alto margen de autonomía a sus miembros en relación al principio y final de la vida, en otras no hay margen para la opción personal".

Los hombres de ciencia tienen una opinión más optimista. Carlos López-Otín dice que "ahora es normal llegar bien hasta los 80 años y mucha gente quiere vivir más si lo hacen en buenas condiciones", y el geriatra Isidoro Ruipérez, del Hospital Central de la Cruz Roja, en Madrid, es contundente: "Por supuesto. Tenemos más de 700 pacientes de más de 85 años y están encantados de vivir, y se aferran a la vida. También tenemos muchos nonagenarios y su actitud es la misma".

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