Los problemas respiratorios también son grandes enemigos. Gema Díaz, jefa del Servicio de Neumología del Hospital Sanitas La Zarzuela, aclara que «hay más microorganismos en el ambiente y si a esto se añade que no llueve, permanecen más tiempo en el aire y se difunden con más facilidad».
En cuanto al primero de ellos, en situaciones así llegan a duplicarse
el número de asistencias y de ingresos por golpes y caídas,
especialmente por problemas de tobillo y cadera. Y a estas lesiones se
suman las contracturas. Anna Ey Batlle, especialista en Cirugía
Ortopédica y Traumatología, y médico adjunto del Hospital San Juan de Dios de Barcelona,
explica que «se producen más contracturas de espalda, trapecios, y en
los deportistas aumentan las lesiones musculares, porque la preparación
no suele ser la adecuada para tan bajas temperaturas». Los individuos
más afectados son los que sufren «un proceso degenerativo, como la
artrosis, porque sus articulaciones están más rígidas, tienen dolor y
les cuesta más arrancarse», explica Anna Ey.
Los problemas respiratorios también son grandes enemigos. Gema Díaz, jefa del Servicio de Neumología del Hospital Sanitas La Zarzuela, aclara que «hay más microorganismos en el ambiente y si a esto se añade que no llueve, permanecen más tiempo en el aire y se difunden con más facilidad». Las vías respiratorias también cambian, porque las mucosas se enfrían y no cumplen con su función de calentar el aire para evitar que los virus pasen a las vías respiratorias. Los pelos de la nariz se mueven menos, lo que agrava los efectos aún más». Todo ello hace más vulnerables a los pacientes con EPOC o enfisemas a desarrollar neumonías, y los cambios bruscos de temperatura favorecen las crisis asmáticas.
No obstante el organismo tiene unos mecanismos de defensa para ganarle la batalla al frío e intentar evitar todos estos nefastos procesos, y éstos funcionan haciendo que los vasos sanguíneos se contraigan y se pueda conservar la temperatura.
TERMORREGULACIÓN
Aunque todo tiene un límite, y cuando se rebasa, puede producirse incluso hipotermia, especialmente en las personas entradas en años. Desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) explican que, con el envejecimiento, «se alteran los mecanismos de termorregulación. Fundamentalmente, generan menos calor y tienen mayor facilidad para perderlo, ya que se produce una vasoconstricción en respuesta a las bajas temperaturas». Además, el frío empeora sustancialmente todos los problemas relacionados con el sistema circulatorio (angina de pecho, circulación en piernas, ictus…). También favorece que las plaquetas se agreguen y que la sangre pueda circular «más espesa, lo que favorece la aparición de infarto de miocardio o de infarto cerebral», añaden desde la SEGG.
CLAVES PARA «SOBREVIVIR»
Para luchar contra las gélidas cifras, la clave está en mantener los pies calientes, con botas que tengan las suelas de goma para que aíslen y con un dibujo marcado para evitar deslizamientos.
La calefacción es otro factor primordial que no siempre se utiliza de la mejor manera, pues tenerla conectada durante todo el día no es lo mejor. El ambiente es más seco y el cambio al salir de casa es más brusco, por lo que por las noches es más saludable abrigarse de forma natural, con ropa cómoda y mantas no pesadas, reducir la temperatura y aumentar la humedad.
Para evitar contracturas y «agarrotamientos», los expertos aconsejan no llevar 10 capas de camisetas que hacen sudar (especialmente si son de lycra).
Según la doctora María Segurado, jefa de Sección de Dermatología del Hospital del Sureste de Madrid y asesora dermatológica de Nivea en España, «se deben utilizar prendas de algodón y ponerse encima aquellas termoaislantes como un forro polar. Conviene aclarar que la lana no aísla la piel del frío y en las piernas es mejor evitar el uso de tejidos sintéticos, sobre todo si se utilizan medias, leggings o vaqueros ajustados».
PIEL «CONGELADA»
La piel es también una de las zonas del cuerpo que más se resiente de las inclemencias del frío. Según señala la doctora Segurado, «es una especie de termostato que regula la temperatura corporal, y con el frío se activan los mecanismos de protección que impiden fugas de calor. Los efectos más visibles del frío son los cambios vasculares que hacen que la piel se deshidrate y pierda agua, especialmente por los contrastes bruscos de temperatura». La piel seca, así como aquellas predispuestas a padecer patologías de la dermis, se incrementan con las bajas temperaturas como «la cuperosis o la rosácea, entre otros. Si, además, la piel es seca presenta tirantez, picor, descamación y grietas», aclara la experta.
PROTEGER CON GRASA
Por ello, resulta imprescindible, continúa, proporcionarle un plus de hidratación «que permita una regeneración celular óptima. Existen activos únicos que pueden ayuda a reparar y cuidar la piel seca como el dexpantenol, que estimula la producción y regeneración de las células y ofrece una acción calmante y antiinflamatoria, la urea que mejora la capacidad de la capa córnea para retener el agua y eliminar las células muertas y la tecnología Hydra IQ, capaz de potencia la hidratación en capas más profundas de la epidermis». La piel tan fina de los labios supone el peor enemigo del frío, que se rebela en forma de grietas y sequedad. En estos casos, Segurado recomienda «protegerlos con productos grasos que lleven protección solar, además de algún componente como el aloe vera o el dexpantenol, que calma y es antiinflamatorio». Algo similar sucede con las manos, porque «experimentan cambios de circulación que conllevan sequedad, dando lugar a la aparición de sabañones, por lo que habrá que hidratarlas a diario con una crema específica», concluye.
Los problemas respiratorios también son grandes enemigos. Gema Díaz, jefa del Servicio de Neumología del Hospital Sanitas La Zarzuela, aclara que «hay más microorganismos en el ambiente y si a esto se añade que no llueve, permanecen más tiempo en el aire y se difunden con más facilidad». Las vías respiratorias también cambian, porque las mucosas se enfrían y no cumplen con su función de calentar el aire para evitar que los virus pasen a las vías respiratorias. Los pelos de la nariz se mueven menos, lo que agrava los efectos aún más». Todo ello hace más vulnerables a los pacientes con EPOC o enfisemas a desarrollar neumonías, y los cambios bruscos de temperatura favorecen las crisis asmáticas.
No obstante el organismo tiene unos mecanismos de defensa para ganarle la batalla al frío e intentar evitar todos estos nefastos procesos, y éstos funcionan haciendo que los vasos sanguíneos se contraigan y se pueda conservar la temperatura.
TERMORREGULACIÓN
Aunque todo tiene un límite, y cuando se rebasa, puede producirse incluso hipotermia, especialmente en las personas entradas en años. Desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) explican que, con el envejecimiento, «se alteran los mecanismos de termorregulación. Fundamentalmente, generan menos calor y tienen mayor facilidad para perderlo, ya que se produce una vasoconstricción en respuesta a las bajas temperaturas». Además, el frío empeora sustancialmente todos los problemas relacionados con el sistema circulatorio (angina de pecho, circulación en piernas, ictus…). También favorece que las plaquetas se agreguen y que la sangre pueda circular «más espesa, lo que favorece la aparición de infarto de miocardio o de infarto cerebral», añaden desde la SEGG.
CLAVES PARA «SOBREVIVIR»
Para luchar contra las gélidas cifras, la clave está en mantener los pies calientes, con botas que tengan las suelas de goma para que aíslen y con un dibujo marcado para evitar deslizamientos.
La calefacción es otro factor primordial que no siempre se utiliza de la mejor manera, pues tenerla conectada durante todo el día no es lo mejor. El ambiente es más seco y el cambio al salir de casa es más brusco, por lo que por las noches es más saludable abrigarse de forma natural, con ropa cómoda y mantas no pesadas, reducir la temperatura y aumentar la humedad.
Para evitar contracturas y «agarrotamientos», los expertos aconsejan no llevar 10 capas de camisetas que hacen sudar (especialmente si son de lycra).
Según la doctora María Segurado, jefa de Sección de Dermatología del Hospital del Sureste de Madrid y asesora dermatológica de Nivea en España, «se deben utilizar prendas de algodón y ponerse encima aquellas termoaislantes como un forro polar. Conviene aclarar que la lana no aísla la piel del frío y en las piernas es mejor evitar el uso de tejidos sintéticos, sobre todo si se utilizan medias, leggings o vaqueros ajustados».
PIEL «CONGELADA»
La piel es también una de las zonas del cuerpo que más se resiente de las inclemencias del frío. Según señala la doctora Segurado, «es una especie de termostato que regula la temperatura corporal, y con el frío se activan los mecanismos de protección que impiden fugas de calor. Los efectos más visibles del frío son los cambios vasculares que hacen que la piel se deshidrate y pierda agua, especialmente por los contrastes bruscos de temperatura». La piel seca, así como aquellas predispuestas a padecer patologías de la dermis, se incrementan con las bajas temperaturas como «la cuperosis o la rosácea, entre otros. Si, además, la piel es seca presenta tirantez, picor, descamación y grietas», aclara la experta.
PROTEGER CON GRASA
Por ello, resulta imprescindible, continúa, proporcionarle un plus de hidratación «que permita una regeneración celular óptima. Existen activos únicos que pueden ayuda a reparar y cuidar la piel seca como el dexpantenol, que estimula la producción y regeneración de las células y ofrece una acción calmante y antiinflamatoria, la urea que mejora la capacidad de la capa córnea para retener el agua y eliminar las células muertas y la tecnología Hydra IQ, capaz de potencia la hidratación en capas más profundas de la epidermis». La piel tan fina de los labios supone el peor enemigo del frío, que se rebela en forma de grietas y sequedad. En estos casos, Segurado recomienda «protegerlos con productos grasos que lleven protección solar, además de algún componente como el aloe vera o el dexpantenol, que calma y es antiinflamatorio». Algo similar sucede con las manos, porque «experimentan cambios de circulación que conllevan sequedad, dando lugar a la aparición de sabañones, por lo que habrá que hidratarlas a diario con una crema específica», concluye.
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