Además de definir las leyes que rigen el universo, el célebre físico inglés le puso fecha al Apocalipsis. ¿En qué fuentes y observaciones se basó para llegar a esta conclusión?
En el año en el cual muchos creen -equivocadamente, según los expertos- que debe cumplirse la profecía maya del fin del mundo, vale recordar otros cálculos hechos en torno a un tema presente desde siempre.
En este caso, la predicción es doblemente interesante por venir de Isaac Newton (1642-1727), uno de los grandes científicos de la historia, hombre que en su época tranformó la física, la matemática y la astronomía, formulando la ley de gravedad universal y las tres leyes de la dinámica (inercia, interacción y acción-reacción) que llevan su nombre.
Ahora bien, estos antecedentes pueden generar una expectativa desmesurada, ya que el cálculo de Newton en este caso está lejos de tener el rigor científico
con el cual interpretó la caída de una manzana. Sucede que, además de
físico, matemático y astrólogo, el hombre era también teólogo, algo
usual en la época.
"Contrariamente con su imagen pública, la mayoría de los trabajos de
Newton no estaban consagrados a la ciencia, sino más que nada a la teología, al misticismo y a la alquimia", dijo el diario israelí Haaretz, al anunciar que los archivos del científico acaban de ser abiertos al público por la Biblioteca Nacional de Israel. Esto es resultado de un trabajo iniciado en 1983, cuando, en el marco del Proyecto Newton, de la Universidad de Cambridge, empezaron a ser analizados y descifrados sus escritos por una comisión de expertos. Un total de 7.500 páginas manuscritas de archivos digitalizados pueden ser consultados ahora libremente online. Fue en esos papeles que apareció la insólita predicción del fin del mundo.
En 1704, el físico calculó, basándose en la lectura de la Biblia, que el fin del mundo tendría lugar en 2060. Fue en el libro de Daniel (Antiguo Testamento) donde Newton creyó encontrar las claves de su teoría, según la cual debían pasar 1.260 años entre la refundación del Santo Imperio Romano por Carlomagno, en el año 800, y el Apocalipsis, que por lo tanto debería ocurrir en el año 2060.
"Desde nuestro punto de vista, hay una contradicción entre las
ciencias naturales y el racionalismo por un lado, y la teología, el
misticismo y la fe del otro. Pero, en el espíritu de Newton, como
producto de su tiempo, comprender las leyes de la naturaleza implicaba
entender cómo funcionaba el mundo", explicó al diario Le Monde Milka Levy-Rubin, comisario de la colección de ciencias humanas de la Biblioteca Nacional de Israel.
En efecto, el conjunto de manuscritos de Newton muestra una faceta menos conocida del científico: la lectura de la Biblia era una de sus pasiones,
pues creía que en ella estaban escritas las leyes divinas del Universo,
y dedicó muchas horas al estudio de los textos sagrados.
Estos archivos llegaron a Cambridge por decisión de los descendientes
de Newton, 150 años después de su muerte. El célebre físico había
frecuentado esa casa de estudios. La Universidad conservó sólo los
textos científicos y devolvió los demás a la familia. En 1936, fueron
subastados por Sotheby's, en Londres y adquiridos por dos
coleccionistas, siendo uno de ellos otra celebridad británica: el
economista John Maynard Keynes, que conservó los textos referidos a la alquimia. Los teológicos fueron adquiridos por Abraham Shalom Yehuda y, a la muerte de éste, donados a la Universidad de Jerusalén.
Pese a todo, Newton seguirá siendo más recordado por sus descubrimientos racionales sobre la gravedad terrestre y la dinámica que por estas especulaciones apocalípticas.
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