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sábado, 18 de febrero de 2012

De joven asesina a escritora de novelas negras

Anne Perry se consolidó como autora de oscuras historias. Relatos casi tan sombríos como su propia vida, marcada por un crimen, pactado con su mejor amiga, que cometió a los 16 años. Asegura que vive sin culpa.


Su vida parece sacada del guión de una película. De hecho, el episodio por el cual cobró notoriedad fue llevado al cine bajo el título de Criaturas celestiales, uno de los primeros protagónicos de Kate Winslet. Pero hoy día Anne Perry no se parece mucho a la niña que fue, allá por 1954, cuando se llamaba Juliet Hulme y mató, junto a su amiga Pauline Parker, a la madre de ésta de 45 golpes en la cabeza.

Con 73 años de edad, disfruta de su carrera como escritora de novelas negras -lleva vendidos 25 millones de ejemplares- y no se arrepiente del atroz crimen que buscaba impedir la separación de las dos adolescentes.

"Vivir con culpa es como vivir lisiado, mutilado. No ayuda a nadie, es poco inteligente", aseguró en una entrevista al diario  La Vanguardia. "Reconocí el mal que había hecho, me arrepentí, pagué el precio que tenía que pagar... Si crees en el perdón, ¡acéptalo! Y sobrevivirás", afirmó.

Mormona practicante -confiesa que cada día trata de ser mejor-, Perry evita recordar el asesinato de Honora Rieper, por el cual estuvo cinco años presa en Nueva Zelanda, al igual que su amiga. "Eso fue en una vida muy remota. Hace más de medio siglo, es pasado", sentenció.

Consultada sobre el potencial literario de su propia vida, la autora de Una pérdida razonable aseguró no lo encuentra así. "Pertenece a un pasado encapsulado en el que no pienso. También fue terrible que todo saliera a la luz hace algunos años... Mi madre padecía del corazón y revivirlo no le hizo bien", contó. "Ya me enfrenté a la realidad en su momento y no necesito describirla".

Perry explicó que utiliza a los personajes para transmitir algunos principios y creencias que considera importantes "para ser mejor persona, para saber cómo reaccionar y cómo actuar ante diversas situaciones".

De niña había emigrado, junto a su familia, de Londres a Nueva Zelanda, donde cultivó una poderosa amistad con Pauline Parker, también inglesa. Cuando sus padres se separaron, en su adolescencia, las jóvenes planificaron regresar a su ciudad natal para no tener que separarse nunca.

Pero Honora Rieper no compartía ese sueño y prohibió a su hija, Pauline, viajar. El 22 de junio de 1954, las dos amigas invitaron a la mujer a dar un paseo, donde la sorprendieron con un golpe en la cabeza.

Creían que eso sería suficiente para salvaguardar su relación, pero debieron arrojar 45 veces del ladrillo sobre su víctima para asesinarla. Dos meses después, fueron condenadas a cinco años de prisión, pues por su edad no se les podía aplicar la pena de muerte.

Fueron liberadas en 1959 con nuevas identidades y bajo la condición de no verse nunca jamás. Perry sostiene que no rompió esa promesa. "No tendría nada que decirle", aseguró.

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