El conductor sentía que la máquina no le respondía. Al empezar a subir una pendiente demasiado pronunciada, perdía potencia y le costaba mucho superarla. Cuando era necesario acelerar para sobrepasar a otro vehículo, no lo hacía con la facilidad habitual.
Así pasaron varias horas hasta que la preocupación lo obligó a detenerse. Resulta imposible transmitir el asombro que lo invadió al abrir el capó. ¿Cómo explicar la presencia de esa cabecita felpuda que apenas alcanzaba a asomarse por fuera del tubo de aire del motor? El resto de su cuerpo, salvo una pata que había logrado sacar, estaba aprisionado.
En ese momento, no tuvo dudas de que el gato estaba muerto. Pero como quería solucionar el problema, se dirigió al taller mecánico más cercano. Superada la sorpresa inicial, los técnicos intentaron destapar el tubo tomando al animal tirando de la cabeza.
Fue entonces cuando se dieron cuenta de que estaba vivo. Eso obligó a cambiar la estrategia, para no lastimarlo. Por eso, en no más de cinco minutos extrajeron el caño completo. La intención era llevarlo al cuartel de bomberos que se encontraba a unos cientos de metros para que ellos se ocuparan.
Ya en el cuartel, los agentes vacilaron unos minutos qué resolución adoptar. La respuesta fue drástica: serruchar el conducto y extraer al animal. "El gato estaba frío. Debe haber trepado al motor en busca de calor, pero cuando el conductor encendió el auto fue succionado. Nos arreglamos para liberar al pobrecito en cinco minutos", contó el coronel Cándido Cléber, comandante de los bomberos.
Se trata de un gato macho de sólo dos meses. Tuvo que recibir una cirugía intestinal, pero se recuperó rápidamente. Ahora espera que lo adopten en un refugio para animales.
"Fue un milagro que siguiera vivo. El conductor condujo durante horas antes de decidir averiguar qué estaba funcionando mal. Ahora queremos que le den un buen hogar", concluyó el agente.
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