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lunes, 9 de enero de 2012

¿Quién dijo que los calvos son más listos?

La mitad de los hombres tiene problemas de calvicie, pero asociar la pérdida de pelo a una mayor inteligencia carece de fundamento científico. El estrés, el tabaco y el alcohol y, sobre todo, la genética son los mayores enemigos del cabello.


El pelo, o su ausencia, es uno de los rasgos de identidad más relevantes de una persona. Es difícil imaginar a los actuales ministros de Economía y Hacienda, Luis de Guindos y Cristobal Montoro, luciendo unas cabezas pobladas. Por el contrario, otros calvos públicos, como el expresidente italiano, Silvio Berlusconi, o el expresidente del Congreso de los Diputados, José Bono, han optado por recuperar sus cabelleras.

Y es que aunque algunos pretendan suplir la carencia de pelo en los varones con otras cualidades, como son una mayor inteligencia, atractivo o experiencia, la realidad es bien distinta: muchos no se resignan a esa pérdida. La prueba es que a pesar de la crisis económica que arrastramos desde hace más de tres años, "la demanda de trasplantes de cabello no ha disminuido, mientras sí que lo han hecho otros tratamientos estéticos. El que está preocupado por el pelo, prefiere renunciar a otras cosas".

Señales de alerta

A partir de los 40 y 50 años, la mitad de los hombres son calvos, aunque la pérdida comienza unos años antes con el debilitamiento progresivo del cabello, que se va haciendo más fino y aparecen zonas de clareo. Entre los 18 y 25 años surgen los primeros síntomas; pero tratado a tiempo, el problema tiene solución en más del 70% de los casos.

Lo primero es detectar la causa de la pérdida de cabello, que en la mayoría de los varones está ligada a las hormonas masculinas. Otros factores que hay que estudiar son los genéticos, la influencia de algunos medicamentos y el estrés. "El estrés acelera la caída del pelo, pero tiene la ventaja de que cuando se controla, la pérdida es reversible".

Para conservar el pelo, se recomienda mantener a raya el estrés, además de "evitar hábitos nocivos, como es el consumo excesivo de tabaco o alcohol". Además, existen medicamentos que ralentizan el proceso.

Sin embargo, para muchas personas llega un punto en que es inevitable frenar la caída del pelo. Llegado a ese punto, tal vez haya que pensar en el trasplante capilar, un tratamiento al que se somenten entre el 5% y el 10% de los calvos, y que está en alza entre las mujeres. De hecho, "el 20% de los trasplantes que hago son en mujeres", afirma Jiménez Acosta.

Solución definitiva

El trasplante consiste en extraer una tira de piel y pelo de la región occipital de unos 25 centímetros de largo por dos de ancho y se separa en microinjertos de dos o tres cabellos, que se trasplantan a la zona en la que escasea el pelo. Según el cirujano Alberto Gorrochategui, de la Clínica Dermatológica Ercilla, de Bilbao, "el pelo implantado no se cae nunca porque procede de una zona en la genéticamente no se da la calvicie. A lo largo de los años, ese pelo tiene la evolución propia del envejecimiento (encanece y se vuelve más fino)".

Para cubrir una calvicie lo habitual es trasplantar, aproximadamente, unos 3.000 pelos, un procedimiento en el que se tardan unas cinco horas. El precio medio que tendrá que pagar alguien que quiera volver a tener una cabellera oscila entre los 3.000 y 6.000 euros, una cantidad con que se suma a la media de cien euros mensuales que gastan muchas personas en productos capilares.

Los expertos destacan la evolución que ha experimentando la técnica del microinjerto capilar para conseguir el aspecto natural actual, muy diferente del de hace unos 15 años, cuando se injertaban cilindros de cuatro milímetros y unos 20 pelos y el resultado era poco natural.

Con todo, el futuro de calvicie es muy amplio. Un campo terapéutico muy prometedor es el de las células madre (los folículos pilosos contienen muchas de estas células, que potencialmente pueden ser útiles para tratar otros problemas ajenos a los capilares). Otra alternativa consiste en inyectar facores de crecimiento capilares extraídas de las plaquetas del propio paciente.

Fuente: Expansión

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